Una de las grandes quejas que tiene el ciudadano común de nosotros los economistas, es que no entienden lo que decimos, lo que tratamos de explicar. Esta serie de artículos pretenden que ese ciudadano común pueda entender los principios básicos de la economía, utilizando un lenguaje claro, sencillo y en la medida de lo posible con ejemplos que permitan clarificar lo que se está explicando. A esta iniciativa, algunos lo estamos denominando “alfabetización económica”. Con este artículo estamos iniciando una serie dedicada a ese bien tan codiciado por todos “el dinero”.
Supongamos que estamos viviendo en los comienzos de la humanidad y que necesitamos satisfacer todas nuestras necesidades, pero tenemos el inconveniente de que nuestras habilidades como individuo son limitadas, y no podemos elaborar todos los bienes que necesitamos no podemos sembrar, cazar, cocer, construir la casa, los platos, los vasos, la cama, en fin elaborar todo lo necesario para vivir. ¿Cuál sería nuestro comportamiento lógico’, lo más racional es identificar en lo que somos buenos, producir lo necesario para satisfacer nuestras necesidades y tener un excedente, con la finalidad de intercambiarlo por otros bienes que nos son necesarios. Por ejemplo, si soy un buen pescador y mi familia cubre sus necesidades con cinco pescados, yo trataría de pescar más de cinco para poder intercambiar los peces que me sobran por otros artículos que necesito. Ahora bien, lo único que me faltaría es conseguir una persona que le sobre lo que yo necesito y el a su vez quiera comer pescado.
Esta situación descrita, en la cual se intercambian un bien por otro es lo que se denomina trueque, y es la forma más elemental de comercio, pero no es de uso generalizado por que su aplicación tiene dos grandes problemas: la primera, es que para que se de el intercambio debe haber una coincidencia de intereses. Si tenemos dos individuos A y B, para que se de un trueque entre ellos, se debe producir la coincidencia de que el bien que le sobre al individuo A sea precisamente el que necesita el individuo B, y que el bien que le sobre al individuo B sea necesariamente el que necesita el individuo A. El segundo problema es el de las similitudes en el valor en los dos bienes que se van a intercambiar. Si se necesita un plato de barro, no sería justo cambiarlo, por ejemplo, por una vaca, ya que los dos tienen diferente valor.
Lo común es que no podamos conseguir a nadie con quien realizar el intercambio, lo más seguro es que aceptemos cualquier otro bien, que aunque no lo necesitamos, sabemos que sería muy fácil intercambiarlo porque es solicitado con mucha frecuencia por las personas. Es decir, siempre hay un bien que es codiciado por todos, ya sea por su valor o por algunas características especiales que lo hacen muy fácil de intercambiar. La presencia de ese bien permite que lo aceptemos inicialmente por nuestro excedente y posteriormente lo volvamos a intercambiar por el bien que necesitemos.
Este bien que facilita el intercambio de otros bienes y servicios, es lo que se conoce con el nombre de “dinero”. El economista alemán Carl Menger en su libro “Principios de Economía Política”, nos señala que la palabra dinero significa el objeto que vale, que sirve para pagar. Carlos Sabino, en su Diccionario de Economía y Finanzas define al dinero como “cualquier mercancía que sea aceptada ampliamente en una sociedad como medio de pago y medida de valor de los bienes y servicios´”. De esta manera es que a lo largo de la historia muchos artículos han desempeñado el papel de dinero, desde el ganado en la prehistoria, pasando por los cigarros en la Segunda Guerra Mundial y los actuales cheques de banco. Aunque los artículos que han gozado de mayor aceptación a lo largo de la historia, son los metales preciosos, el oro y la plata.
Lo que permite que un bien cualquiera sea utilizado como dinero es la confianza que tienen las personas de que ese bien siempre será aceptado como medio de pago, ya sea en el momento o en futuro. En el instante en que se pierda la confianza, el bien ya no se utilizará como dinero
Supongamos que estamos viviendo en los comienzos de la humanidad y que necesitamos satisfacer todas nuestras necesidades, pero tenemos el inconveniente de que nuestras habilidades como individuo son limitadas, y no podemos elaborar todos los bienes que necesitamos no podemos sembrar, cazar, cocer, construir la casa, los platos, los vasos, la cama, en fin elaborar todo lo necesario para vivir. ¿Cuál sería nuestro comportamiento lógico’, lo más racional es identificar en lo que somos buenos, producir lo necesario para satisfacer nuestras necesidades y tener un excedente, con la finalidad de intercambiarlo por otros bienes que nos son necesarios. Por ejemplo, si soy un buen pescador y mi familia cubre sus necesidades con cinco pescados, yo trataría de pescar más de cinco para poder intercambiar los peces que me sobran por otros artículos que necesito. Ahora bien, lo único que me faltaría es conseguir una persona que le sobre lo que yo necesito y el a su vez quiera comer pescado.
Esta situación descrita, en la cual se intercambian un bien por otro es lo que se denomina trueque, y es la forma más elemental de comercio, pero no es de uso generalizado por que su aplicación tiene dos grandes problemas: la primera, es que para que se de el intercambio debe haber una coincidencia de intereses. Si tenemos dos individuos A y B, para que se de un trueque entre ellos, se debe producir la coincidencia de que el bien que le sobre al individuo A sea precisamente el que necesita el individuo B, y que el bien que le sobre al individuo B sea necesariamente el que necesita el individuo A. El segundo problema es el de las similitudes en el valor en los dos bienes que se van a intercambiar. Si se necesita un plato de barro, no sería justo cambiarlo, por ejemplo, por una vaca, ya que los dos tienen diferente valor.
Lo común es que no podamos conseguir a nadie con quien realizar el intercambio, lo más seguro es que aceptemos cualquier otro bien, que aunque no lo necesitamos, sabemos que sería muy fácil intercambiarlo porque es solicitado con mucha frecuencia por las personas. Es decir, siempre hay un bien que es codiciado por todos, ya sea por su valor o por algunas características especiales que lo hacen muy fácil de intercambiar. La presencia de ese bien permite que lo aceptemos inicialmente por nuestro excedente y posteriormente lo volvamos a intercambiar por el bien que necesitemos.
Este bien que facilita el intercambio de otros bienes y servicios, es lo que se conoce con el nombre de “dinero”. El economista alemán Carl Menger en su libro “Principios de Economía Política”, nos señala que la palabra dinero significa el objeto que vale, que sirve para pagar. Carlos Sabino, en su Diccionario de Economía y Finanzas define al dinero como “cualquier mercancía que sea aceptada ampliamente en una sociedad como medio de pago y medida de valor de los bienes y servicios´”. De esta manera es que a lo largo de la historia muchos artículos han desempeñado el papel de dinero, desde el ganado en la prehistoria, pasando por los cigarros en la Segunda Guerra Mundial y los actuales cheques de banco. Aunque los artículos que han gozado de mayor aceptación a lo largo de la historia, son los metales preciosos, el oro y la plata.
Lo que permite que un bien cualquiera sea utilizado como dinero es la confianza que tienen las personas de que ese bien siempre será aceptado como medio de pago, ya sea en el momento o en futuro. En el instante en que se pierda la confianza, el bien ya no se utilizará como dinero
1 comentario:
Buenas tardes Sr. Guaramato,le escribe "el ciudadano común" que usted menciona en la 1ra. línea del artículo. Lo felicito, el ejemplo planteado me fue de mucha utilidad. Gracias por su sencillez
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