Palacio de las Academias
Caracas, 17 de febrero de 2009
En el marco de la celebración del XXV aniversario de la fundación de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, es para mí particularmente grato encargarme de la presidencia de esta corporación por decisión de su Junta de Individuos de Número, a cuyos miembros agradezco la confianza que depositaron en mí al elegirme para desempeñar ese cargo. Deseo, igualmente, agradecer la presencia en este acto de las autoridades de otras academias, de sus individuos de número y miembros correspondientes, de los representantes del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, y de los amigos aquí congregados, quienes me honran con su presencia. Especial mención deseo hacer de los colegas que me acompañaron en el Comité Directivo, los doctores Pola Ortiz y Héctor Malavé Mata, quienes desinteresadamente manifestaron su voluntad de compartir conmigo el manejo de esta organización.
A mi muy apreciada amiga Pola Ortiz le debo una especial palabra de afecto y agradecimiento, ya que a pesar de haber declinado su postulación para presidir los destinos de la Academia en el bienio que recién se inicia, como correspondía de acuerdo a la tradición, debido a obligaciones profesionales que se lo impiden, accedió a continuar desempeñándose como vicepresidenta. Seguir contando con su incondicional apoyo desde esa importante posición es algo de inestimable valor, ya que su conocimiento de nuestra realidad interna y del manejo administrativo de esta institución, así como su identificación cabal e incondicional con ella, aseguran que sus aportes seguirán contribuyendo de manera decidida al buen desempeño del equipo al que le tocará dirigirla. También es menester manifestarle mi agradecimiento a Héctor Malavé Mata, quien a pesar de sus múltiples proyectos académicos y de la pesada carga que implica el manejo de nuestra prestigiosa revista “Nueva EconomÌa”, accedió a acompañarnos en el demandante cargo de Secretario Académico. Estoy convencido de que contar con el apoyo de esos dos colegas y con el de varios de los Candidatos a Individuos de Número elegidos recientemente, así como con el del personal administrativo de la Academia, será un factor determinante y decisivo en el Èxito de la gestión que recién se inicia.
Sucedo en el cargo de presidente de esta organización a Asdrúbal Baptista, entrañable amigo y muy apreciado colega, con quien no sólo he compartido muchos años en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), donde ambos nos desempeñamos como profesores de economía, sino que hemos sido partícipes de la vida de nuestra Academia desde sus inicios, y en particular durante los últimos dos años en los que hemos formado parte de su Comité Directivo. Sin duda hay que reconocer que bajo su presidencia se han logrado importantes avances en el área de publicaciones y actividades académicas de divulgación y análisis, habiéndose realizado múltiples ciclos de conferencias que fueron dictadas por reconocidos profesionales nacionales y extranjeros, asÌ como recensiones orales de alto nivel técnico. Especial mención merece la presentación del libro “Veinticinco Años de Pensamiento Económico Venezolano” en ocasión de la celebración del XXV aniversario de la Academia, en el cual se hace una recopilación de importantes trabajos de nuestros miembros.
Se le dio un nuevo impulso a la revista “Nueva Economía”, publicación arbitrada emblema de nuestra institución dirigida por Héctor Malavé Mata, quien merece un justo reconocimiento por la forma acertada como la ha manejado y por el nivel de excelencia que ésta ha alcanzado. También, durante la presidencia de Baptista se lograron importantes avances en materia administrativa y contable, y se le dio un renovado impulso a la actividad de la Comisión Calificadora, lo cual permitió la elección de siete Candidatos a Individuos de Número, a quienes les corresponde ocupar igual número de sillones vacantes, entre los que se encontraba Gastón Parra Luzardo quien lamentablemente falleció antes de su incorporación.
Durante la gestión del Comité Directivo que me honro en presidir se continuarán desarrollando las actividades impulsadas por Asdrúbal Baptista, poniéndose especial énfasis en las publicaciones y en los ciclos de conferencias. Igualmente, se prestará particular atención a la modernización y ampliación de la biblioteca, la cual debe transformarse en un centro de consulta obligada en materia de pensamiento y análisis económico venezolano. Como parte de este esfuerzo es menester avanzar en el desarrollo de nuestra página electrónica y en la digitalización de nuestras publicaciones, como mecanismo de divulgación y de facilitación en el intercambio necesario y deseable con otras bibliotecas nacionales y extranjeras. También se buscará dar el mayor soporte posible a los miembros de nuestra Academia y a sus investigadores en materia bibliográfica y de pesquisa de información. Para el logro de este fin contaremos con el desinteresado apoyo de Luis Mata Mollejas, Candidato a Individuo de Número elegido recientemente, y quien se incorporaró a nuestra corporación en fecha próxima, así como con los servicios de una bibliotecóloga a dedicación exclusiva.
Se pondrá especial énfasis en el objetivo de internacionalización de nuestra corporación, entrando en estrecho contacto con las academias y centros de estudio de otros países, y se le seguirá dando máxima prioridad a las actividades de la Comisión Calificadora, lo cual es vital para la vida y el dinamismo de nuestra institución, pues sólo así se garantizará la incorporación a su seno de los miembros más destacados y con mayores méritos de nuestra comunidad académica nacional.
En referencia a ese tema, deseo mencionar la gran satisfacción que siento por el próximo ingreso como Individuos de Número de varios de los Candidatos recientemente elegidos, quienes ya han culminado sus trabajos de incorporación, los cuales serán sometidos a las evaluaciones de rigor para su ulterior aceptación por la Junta de Individuos de Número. Cumplidos estos requisitos formales nos haremos presentes en este recinto del Paraninfo del Palacio de las Academias para celebrar los actos solemnes de incorporación de estos ilustres colegas.
Un área a la que se le prestará especial atención es la administrativa, donde se hace necesario mejorar los mecanismos de control y manejo de recursos, así como de contabilidad y presupuesto. Para ello contaremos con la invalorable colaboración de otro Candidato a Individuo de Número recientemente elegido, Aníbal Fernández, quien posee una vasta experiencia gerencial, y quien se ha ofrecido de la forma más desinteresada a colaborar en todo lo concerniente a las labores administrativas y de tesorería.
Creemos que esta institución debe tener un papel protagónico en el análisis de las polÌticas públicas que se aplican, o deben aplicarse, en nuestro paÌí, fijando posición sobre las consecuencias o beneficios que éstas pueden ocasionar, y orientando a los entes gubernamentales y a la opinión pública sobre lo que, a nuestro juicio, debe ser aupado, enmendado, agregado o corregido, a los fines de maximizar las bondades de dichas polÌticas y de minimizar las consecuencias adversas y los riesgos que las mismas podrían acarrear. Para ello se hace necesario contar con mecanismos eficientes de análisis y de difusión que nos permitan fijar posición con solidez y buen soporte, y divulgar ampliamente nuestras conclusiones.
En línea con ese propósito, en los años por venir le daremos alta prioridad a la celebración de reuniones extramuros periódicas con el fin de discutir temas relevantes de nuestra realidad económica, en las que no sólo participarán los Individuos de Número de nuestra institución, sino también otros colegas que por razones de sus trabajos e investigaciones tengan algo que aportar sobre los temas tratados.
Esa labor de divulgación toma particular relevancia en un mundo como el actual, caracterizado por una profunda crisis global que, sin duda, tendrá hondas repercusiones en nuestra realidad económica y social. Hoy más que nunca se requiere de orientación y guía, de debate y contraste de ideas, de apertura al diálogo y de disposición de adaptación a las nuevas realidades. Nuestra corporación no puede marginarse de ese proceso. Por el contrario, debe jugar un papel activo y orientador en un momento tan aciago y difÌcil como el que vivimos, y ante una coyuntura tan incierta como la que tenemos ante nosotros.
Cumplir con ese objetivo, sin embargo, no es tarea fácil, requiere de la participación activa de todos los miembros de esta organización y de los aportes, ideas y análisis de la pléyade de profesionales que estudian nuestras realidades nacionales, a quienes debemos abrir las puertas de nuestra Academia para que participen con nosotros en ese esfuerzo arduo y continuo que tenemos que afrontar.
Por considerar de particular importancia el entendimiento del complejo mundo económico en el que vivimos y sus devastadoras consecuencias, paso ahora a exponer algunas ideas sobre la crisis que hoy padece el mundo industrializado, sus consecuencias y los efectos que la misma puede tener sobre nuestro paÌs.
Lo primero que debemos preguntarnos es por qué un fenómeno que se originó como un problema focalizado en un componente del sector financiero norteamericano conocido como el de los préstamos hipotecarios subprime, se transformó en una crisis mundial. Parte de la respuesta a ese interrogante se centra en el interés del gobierno de los EEUU, por demás loable, de que cada familia norteamericana pudiera adquirir su vivienda. Ello hizo que empresas auspiciadas por el gobierno de ese paÌs, como Fannie Mae y Freddie Mac, se dedicaran a la compra de los créditos para la adquisición de viviendas que otorgaban los bancos y otras instituciones financieras, proveyendo así de liquidez al mercado hipotecario en cantidades cada vez mayores. Paralelamente, estas organizaciones titularizaban los activos que compraban para luego venderlos en los mercados secundarios. A su vez, una serie de inversionistas financieros, animados por la excelente catalogación que le asignaban a estos papeles las agencias de evaluación de riesgo, los adquirÌan con el fin de agruparlos con otros que poseían, y asÌ formar paquetes de activos que servían de base para la emisión de valores que eran vendidos a terceros en el mundo entero. De esta forma se inundaron los mercados internacionales de tÌtulos de toda Ìndole, respaldados, en mayor o menor medida, por los activos relacionados con créditos hipotecarios norteamericanos.
Las bajas tasas de interés que privaron en los EEUU en el perÌodo 2001-2005, y el escaso riesgo implícito en el otorgamiento de créditos para la adquisición de viviendas debido a la posibilidad de venta casi automática de esas acreencias a las empresas auspiciadas por el gobierno norteamericano, hicieron que la banca ablandara en demasÌa las condiciones de estos prÈstamos, otorgándolos en forma desproporcionada y dadivosa, sin prestarle mayor atención a la capacidad de pago de los beneficiarios de esos créditos. Sin embargo, cuando volvieron a subir los intereses y las condiciones blandas iniciales de los préstamos se extinguieron, comenzaron a aparecer los problemas, ya que muchos deudores no pudieron seguir honrando sus deudas, aumentando en forma sostenida la morosidad de la cartera, particularmente la de los préstamos hipotecarios a familias de ingresos limitados, también conocida como subprime. Esto, a su vez, deprimió el precio de los inmuebles, los cuales habÌan llegado a niveles desproporcionadamente elevados, estallando así la burbuja especulativa inmobiliaria que se habÌa formado en los años anteriores.
Dado que los títulos de esos créditos hipotecarios emitidos por las empresas auspiciadas por el gobierno americano habÌan sido utilizados como respaldo de una gran diversidad de valores, que habían sido adquiridos con financiamiento de la banca internacional por inversionistas del mundo entero, al bajar el valor de los créditos hipotecarios se deterioraron también los tÌtulos que éstos respaldaban. Ello produjo grandes pérdidas a los inversionistas que habÌan adquirido esos valores, no sólo como consecuencia del desplome de sus precios en el mercado secundario, sino también como producto de la demanda de reposición de garantías que les exigían los bancos que habían financiado su compra, y que tenían esos títulos como respaldo de sus préstamos.
Entre las instituciones que más se afectaron se encontraban algunos bancos de inversión que desde la segunda mitad de 2007 comenzaron a padecer severas pérdidas por tener una alta exposición a activos relacionados con los préstamos hipotecarios subprime, sucediendo lo mismo con otros inversionistas, como fondos de cobertura, bancos universales y comerciales de múltiples países e instituciones financieras relacionadas con grandes compañías, quienes tuvieron que liquidar buena parte de sus activos para hacer frente a los retiros que les hacían sus clientes, como los fondos de pensiones, o para reponer las garantías que les exigían los bancos que les habían financiado la adquisición de los golpeados valores. Ello contribuyó al desplome de los precios de las acciones, bonos y otros títulos y, en consecuencia, al hundimiento de las bolsas del mundo entero. Adicionalmente, la caída de las ventas, la práctica paralización del crédito y las necesidades crecientes de efectivo, se tradujeron en ventas compulsivas de activos e inventarios de un sinfín de corporaciones, contribuyendo ello a deprimir los precios de múltiples productos y a generar pérdidas cada vez mayores, que eventualmente podrían llevarlas a quiebra.
La desaceleración económica o la recesión que padecen las principales economías del mundo, incluyendo a grandes países emergentes como China, India, Brasil y Rusia, redujo notablemente la demanda de productos básicos, también conocidos como commodities, produciendo el colapso de sus precios. Ello, combinado con la reducción de las remesas familiares a los países emergentes y las crecientes salidas de capitales que estas naciones han sufrido, ha generado agudas depreciaciones de sus monedas y severas desaceleraciones de actividad productiva, o incluso recesiones de importancia, particularmente en las economÌas de la América Latina.
Un buen número de economistas no ha dudado en comparar la presente crisis con la Gran Depresión de los años 30, que siguió al estallido de la burbuja bursátil en octubre de 1929. Como bien lo describen economistas emblemáticos que han estudiado en profundidad este fenómeno, como John Kenneth Galbraith, Charles P. Kindleberger, Ben Bernanke, actual Presidente de la Reserva Federal de los EEUU y Paul R. Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, después de la exuberante subida de precios de las acciones en el mercado norteamericano en la segunda mitad de los aÒos 20, las cuales eran ávidamente adquiridas con los créditos de la banca, vino el preámbulo del colapso con ventas nerviosas de títulos que deprimían el mercado bursátil, hasta que éste colapsó el 29 de octubre de 1929. Las llamadas de los bancos exigiendo a sus prestatarios la reposición de las garantías, forzaron a los endeudados inversionistas a vender compulsivamente los valores y otros activos, contribuyendo esto al derrumbe total de los mercados y a una caída generalizada de los precios.
Tiempo después surgió el convencimiento de que el dólar se devaluaría, al igual que otras monedas europeas, llevando esto a retiros masivos de fondos de los bancos para convertirlos por oro o por otros activos. Ello, combinado con una política monetaria muy restrictiva implantada por el banco central norteamericano -la Reserva Federal-, con el fin de proteger sus reservas de oro, en línea con la ortodoxia del sistema de patrón oro que entonces imperaba, elevó notablemente las tasas de interés, disparando la morosidad de la cartera del sistema financiero. El severo problema de liquidez que todo ello ocasionó hizo que para muchos bancos fuera cuestión vital la obtención de auxilios financieros. Sin embargo, la Reserva Federal, lejos de satisfacer esa necesidad, lo que hacía era restringir cada vez más la liquidez, condenando a la quiebra a muchas instituciones financieras. Como resultado, desapareció el crédito, bajó el consumo y la inversión, se paralizó la actividad productiva y se disparó el desempleo. Adicionalmente, se perdió la confianza en los bancos, produciéndose corridas masivas y, finalmente, colapsó el sistema financiero. Fenómenos muy parecidos se produjeron en Europa, dando esto como resultado la Gran Depresión de los años 30.
Si algo se aprendió de esa amarga experiencia es que en momentos de crisis, como las que hoy vivimos, los bancos centrales tienen que estar preparados para dar apoyo a las instituciones financieras que tengan problemas de liquidez, porque uno de los objetivos básicos que tiene que buscarse es que la banca siga funcionando y que no se paralice el crédito. Adicionalmente, y en línea con las recomendaciones del gran economista del Siglo XX, John Maynard Keynes, es menester estimular la demanda para que así no se paralice la actividad productiva, lo cual se logra a través de la aplicación de políticas de gasto público francamente expansivas con el fin de inyectar fondos a la economía, que estimulen el consumo y la producción.
Esto explica por qué hoy Ben Bernanke y los presidentes de otros bancos centrales del mundo industrializado propulsan políticas coordinadas de inyección de cuantiosos recursos para auxiliar a los bancos con problemas, que están severamente afectados por las elevadas pérdidas que han sufrido en los últimos trimestres, buscando con ello, no sólo evitar el colapso de estas instituciones financieras, sino también revivir la paralizada actividad crediticia. Adicionalmente, el nuevo presidente de los EEUU, Barack Obama, y los líderes de los países europeos proponen la aplicación de paquetes de ayuda de proporciones colosales con el fin de estimular la demanda y la producción de sus economÌas, creándose así nuevas fuentes de empleo. Parece que hoy renacen con fuerza las recomendaciones que Keynes planteara en forma revolucionaria a comienzos de los años 30, al punto de que muchos de los críticos a sus teorías hoy apoyan las iniciativas que están implementando los distintos gobiernos del mundo industrializado, muy en línea con lo propuesto por el genial economista inglés.
No obstante, aun cuando la implementación de estas políticas sea exitosa, el desempeño de las principales economías del mundo en el futuro inmediato estará signado por la adversidad, siendo muy probable que el año 2009 se caracterice por la recesión generalizada, por la restricción crediticia y por la reestructuración del sistema financiero mundial. Incluso, existe el temor de que el mundo industrializado padezca una situación de deflación, lo cual sería altamente inconveniente ya que ello prolongaría y profundizaría la crisis, pues al bajar los precios en forma sostenida y prolongada, la demanda se restringiría más y más ante la expectativa de que mañana todo costará menos que hoy. Eso, obviamente, tiene efectos muy negativos sobre la actividad productiva, ya que los mercados se achican en forma sostenida, profundizándose la recesión y aumentando el desempleo.
Si a esto agregamos que grandes economías emergentes, como China e India, experimentan desaceleraciones de importancia, es lógico esperar que en el futuro inmediato continúe la restricción generalizada de la demanda de materias primas. De allí que se prevea que después del colapso de los precios de esos productos básicos durante el segundo semestre de 2008, en el presente año los mismos se mantengan en niveles moderados, o aumenten modestamente.
Esa situación se reflejará de forma inexorable en nuestro país, ya que la condición rentista que ha caracterizado a la economía venezolana durante varias décadas se ha acentuado notablemente durante los últimos tiempos, haciendo que hoy más que nunca se dependa del comportamiento de una variable tan aleatoria y volátil, como el precio internacional de los hidrocarburos.
El notable y sostenido encarecimiento del petróleo de los años recientes le generó ingentes recursos adicionales a Venezuela, la mayor parte de los cuales fueron inyectados a la economía a través del gasto público, el cual creció con gran fuerza durante ese período, generando una expansión de la oferta monetaria que estimuló la demanda, en particular al consumo privado. Si bien el aparato productivo local reaccionó a esa expansión del mercado, el crecimiento de la oferta interna se rezagó al de la demanda, siendo necesario incrementar notablemente las importaciones. No obstante, la creciente presión de demanda, combinada con algunos problemas de desabastecimiento producidos, entre otras razones, por la imposición de rígidos controles de precios y por el acoso a la empresa privada, generaron presiones inflacionarias crecientes que se vieron agravadas por el notable encarecimiento de los productos básicos que se importaban.
El estallido de la crisis internacional y su posible evolución en el futuro previsible llevan a la conclusión de que nuestra economía se verá afectada por esa coyuntura adversa, ya que factores como la restricción del crédito, la caída del precio de los bonos de los países emergentes en los mercados internacionales, las menores posibilidades de exportación de productos no tradicionales, y otras calamidades afectarán nuestro desenvolvimiento económico. Pero, sin duda, será la caída abrupta de los precios petroleros la que mayores repercusiones tendrá, pudiendo identificarse tres áreas en las cuales se producirán los efectos negativos más directos y contundentes, ellas son las transacciones externas, las operaciones cambiarias y las finanzas públicas.
Repercusiones sobre las transacciones externas
Para comprender las implicaciones sobre las transacciones externas corrientes del país basta decir que el precio promedio de la cesta venezolana en las primeras siete semanas del presente año fue de US$ 36,30 por barril, que equivale a un 42% del precio promedio de 2008; es decir, los ingresos diarios que hoy percibimos por ventas petroleras son menos de las mitad de los del año precedente. De mantenerse esa situación en lo que resta de 2009, y suponiendo que los niveles de producción y exportación reportados por PDVSA son ciertos, las ventas externas de hidrocarburos del presente año equivaldrían a 70% de las importaciones de mercancías de 2008 estimadas por el Banco Central de Venezuela (BCV). La situación sería mucho más grave si damos por ciertos los volúmenes de producción de Venezuela reportados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), por la Agencia Internacional de Energía (AIE) y por otras fuentes extranjeras, según las cuales, a comienzos de este año sólo producíamos 2,35 MMBD de crudos. En ese caso, y de mantenerse los precios actuales durante el resto de este año, el valor de nuestras ventas externas de hidrocarburos de 2009 sería inferior al 50% de las importaciones de mercancías del año precedente. Incluso, si en los meses por venir los precios se recuperan y el promedio de la cesta venezolana para todo el año se ubica en torno a los US$ 45 por barril, la situación serÌa aún crítica, entre otras razones, porque aquella recuperación de los precios se debería en buena parte a los recortes de producción de los paÌses de la OPEP, que implicarían menores volúmenes de exportación para nuestro país.
De allí que se pueda concluir que en 2009 se buscará en forma prioritaria la reducción de las compras foráneas, como única vía para evitar la materialización de desequilibrios externos muy difíciles de manejar, dada la severa restricción del crédito en los mercados financieros mundiales. Ello, muy posiblemente se intentará lograr a través de restricciones cuantitativas a los volúmenes de importaciones, y de limitaciones en la cantidad de dólares preferenciales aprobados para la realización de las mismas. Es muy probable que se circunscriba la asignación de divisas oficiales a un reducido grupo de productos considerados como prioritarios, tales como alimentos básicos, medicinas, maquinarias y equipos, etc., y se pase el grueso de las compras externas al mercado paralelo, donde privará un tipo de cambio muy superior al oficial, particularmente si las autoridades insisten en no modificar el tipo de cambio controlado. Otra posibilidad es que se establezca un segundo tipo de cambio oficial, mucho mayor que el preferencial actual, pero inferior al libre, que sería el que privaría para la mayor parte de las importaciones. En cualquier caso, se estaría produciendo una devaluación de facto aun cuando no se modificare la tasa preferencial, ya que el tipo de cambio promedio al que se harían las compras foráneas sería muy superior al de 2008.
Repercusiones sobre el área cambiaria
En materia cambiaria puede decirse que múltiples experiencias pasadas llevan a concluir que en Venezuela existe una alta correlación entre el comportamiento de los precios petroleros y la evolución esperada del tipo de cambio. Cuando los precios bajan después de un período de bonanza, se exacerban las expectativas de devaluación ante el convencimiento de que se reducirá la disponibilidad de moneda extranjera. Ello lleva a la búsqueda de protección a través de la adquisición creciente de divisas antes de que éstas se encarezcan.
En circunstancias como esa, y bajo un régimen de restricciones cambiarias como el existente, los dólares preferenciales se hacen particularmente atractivos, redoblándose la avidez por adquirirlos de cualquier forma, incluso a través de prácticas ilícitas. Ello fuerza a las autoridades a restringir el acceso a los mismos a través de limitaciones cuantitativas y de la reducción de las operaciones que pueden ser hechas con ese tipo de divisas. Todo ello se traduce en un notable incremento de la demanda de moneda extranjera en el mercado paralelo, lo cual presiona el tipo de cambio libre, separándolo cada vez más de la tasa preferencial.
Ese proceso tiene importantes repercusiones inflacionarias, ya que los productores o importadores tienden a establecer sus precios en base a los costos esperados de reposición. Aun cuando un productor esté produciendo con materias primas importadas con dólares preferenciales, no establecerá el precio de su producto en base a ese costo subsidiado, pues no sabe si en el futuro seguirá teniendo acceso a las divisas oficiales, o se verá obligado a acudir al mercado paralelo para adquirirlas a una tasa cambiaria substancialmente mayor. Eso lo llevará a elevar sus precios, para asegurase de que una vez que tenga que reponer sus insumos, contará con los bolívares necesarios para seguir importándolos.
Repercusiones en el área fiscal
En cuanto a las repercusiones que pudiera acarrear el desplome de los precios petroleros en las finanzas públicas, hay que comenzar diciendo que el presupuesto del gobierno central para el año 2009 se basa en supuestos petroleros de precios y producción por demás optimistas que no se materializarán. De allí que sea lógico prever unos ingresos fiscales petroleros muy inferiores a los allí estimados, particularmente si se toman como válidos los estimados de producción de la OPEP y de la AIE, y se supone que Venezuela hará los recortes de producción acordados recientemente en el seno de la OPEP.
Esa situación, combinada con los problemas de flujo de caja de PDVSA y con las escasas posibilidades de obtener financiamiento internacional, limitará en gran medida la capacidad de la industria petrolera nacional de generar recursos para el fisco, y de continuar financiando programas sociales. De allí que no sea de extrañar que se busquen fuentes alternativas de ingresos a través del restablecimiento de algunos tributos, tales como el impuesto al débito bancario o a los activos empresariales, o se incrementen las tasas impositivas de otros como el impuesto al valor agregado.
La necesidad de contar con fuentes alternativas de ingreso cobra especial relevancia, dada la rigidez del gasto social y la severa restricción de crédito externo que hoy existe. En efecto, las posibilidades de buscar el equilibrio fiscal a través de la reducción de las erogaciones se ven limitadas por las dificultades de podar el gasto social; de allí que sea lógico prever que los recortes se producción en el grupo de desembolsos menos prioritarios para el gobierno, como son los de formación de capital. La exiguidad de financiamiento foráneo también contribuirá a crear la necesidad de aplicar mecanismos generadores de fondos, ya que las posibilidades de cubrir las necesidades de financiamiento gubernamental a través de endeudamiento externo serán mínimas, y en caso de lograrse sería a un costo exorbitantemente elevado, dado el alto nivel de riesgo-país que hoy tiene Venezuela.
Si bien es cierto que en la actualidad el sector público cuenta con recursos de importancia acumulados en distintos fondos, tanto en bolívares como en moneda extranjera, su cantidad no es suficiente para cubrir las brechas que se podrían generar en la balanza de pagos y en la ejecución presupuestaria. Si bien esos recursos dan un margen de acción, los mismos son limitados, por lo que su uso disipado llevaría a su rápido agotamiento. Ello incrementaría notablemente la vulnerabilidad de la economía, haciendo mucho más complejo y difícil el manejo de la crisis.
Finalmente, y con base a lo ya acontecido en el pasado, no sería de extrañar que se busque profundizar la utilización del Banco Central de Venezuela (BCV) como fuente de financiamiento de gasto público deficitario, pudiéndose llegar a realizar operaciones altamente inconvenientes, como la reventa a esa organización de parte de las reservas que ésta le ha transferido previamente al Fondo de Desarrollo Nacional "Fonden". En ese caso, se volverían a emitir bolívares por la nueva adquisición de dólares que previamente había comprado el instituto emisor, pudiendo incluso verse éste obligado a transferir nuevamente esas divisas al Fonden por producirse reservas internacionales “excedentes”. De hecho, se podría generar un proceso de reciclaje perverso de venta de dólares de Fonden al BCV, que luego vuelven al Fonden para ser revendidos al Banco Central. Esas serían prácticas muy peligrosas e inconvenientes, por las consecuencias inflacionarias que las mismas generan. De hecho, los procesos inflacionarios galopantes que sufrieron múltiples países latinoamericanos en décadas pasadas fueron, en buena medida, generados por el financiamiento de déficit fiscales recurrentes y crecientes por sus bancos centrales a través de la masiva creación de dinero inorgánico.
Otras consecuencias macroeconómicas de la crisis
La crisis internacional tendrá otras repercusiones de importancia sobre nuestra economía. Una de ellas, como ya se mencionó, es el repunte de la infación, debido a la conjunción de una serie de factores. Las restricciones a las importaciones, combinadas con la devaluación de la moneda, encarecerán los productos de origen externo, a lo que habría que agregar el fenómeno arriba explicado de establecimiento de los precios basados en los costos esperados de reposición. Adicionalmente, la posible aplicación de nuevos impuestos indirectos o el incremento de otros, asÌ como los problemas de escasez y desabastecimiento que muy probablemente se materialicen debido a las limitaciones sobre las importaciones y a las mayores restricciones y controles impuestos a los productores locales, también contribuirían a generar una mayor presión alcista sobre los precios. Sin embargo, algunos factores podrían mitigar la inflación de este año. Uno de ellos es el abaratamiento mundial de las materias primas a raíz de la crisis internacional, y el otro es la venta sostenida de divisas en el mercado paralelo por PDVSA o por otra entidad pública, pues ello, a pesar de ser una operación expresamente prohibida por la normativa cambiaria vigente, contribuiría a elevar la oferta de moneda extranjera en ese mercado, impidiendo la dislocación del tipo de cambio libre.
La demanda agregada interna, por su parte, experimentará cambios de importancia. Las restricciones sobre las finanzas gubernamentales harán que tanto el consumo como la inversión del sector público decrezcan, o experimenten una fuerte desaceleración durante 2009. A su vez, la demanda privada se moderará, siendo los gastos de formación de capital los que más decaigan, no sólo como consecuencia del menor nivel de actividad económica, sino también por los mayores controles y restricciones que ya se le están imponiendo al sector empresarial. El consumo privado, por su parte, también se podrá reducir debido a la caída del ingreso personal disponible real, a la restricción crediticia, a los mayores costos de financiamiento, y a las pérdidas patrimoniales generadas por la crisis internacional.
Consecuencias sectoriales de la crisis
Las menores ventas en el mercado local, y las limitadas posibilidades de exportación debido a la contracción de la demanda mundial y a los menores precios internacionales de los productos básicos, generarán situaciones difíciles a múltiples unidades productivas. Las restricciones de financiamiento, las mayores tasas de interés locales y el endurecimiento de condiciones impuestas por los proveedores de insumos tenderán a agravar la situación, particularmente la de aquellas empresas con obligaciones en moneda extranjera.
Adicionalmente, las mayores restricciones que se impondrán limitarán las posibilidades de obtener divisas, o incluso de poder adquirir insumos y productos en el exterior, dificultando notablemente las operaciones de múltiples firmas. A ello hay que agregar el recrudecimiento de los controles de precios y de producción que se acaban de anunciar, y las mayores limitaciones y restricciones en materia de relaciones laborales. Todo ello se traducirá en mayores costos, menor eficiencia y menguados resultados.
De allí la importancia de implementar acciones tendentes a protegerse contra esos riesgos, o aprovechar las oportunidades que también se presentan en esas épocas de dificultad. Así, es necesario buscar mecanismos de cobertura que den protección contra el riesgo cambiario, desarrollar alianzas con proveedores que aseguren el acceso a los insumos en el futuro, y en el caso de los productores de bienes de consumo masivo, desarrollar los productos orientados a los grandes mercados de bajo poder adquisitivo y contar con los sistemas de distribución requeridos para penetrarlos exitosamente, porque ese es el tipo de mercado que florece durante los períodos de crisis.
Un sector que podría verse particularmente afectado es el bancario, no porque haya sido golpeado por la crisis internacional, sino por el endurecimiento de las condiciones operativas a que se le ha sometido recientemente. El alto encaje requerido, la ampliación de la cartera subsidiada obligatoria (gavetas), la fijación de topes a las tasas de interés hasta ubicarlas en niveles negativos en términos reales, el retiro de depósitos del sector público, el retraso en la provisión de divisas oficiales y las restricciones al cobro de comisiones, han debilitado a múltiples instituciones financieras, particularmente de pequeño y mediano tamaño, haciéndolas mucho más vulnerables a posibles coyunturas adversas en el futuro próximo.
Consecuencias sociales de la crisis
El sombrío panorama económico que acabamos de describir tendrá implicaciones sociales de importancia. Las menores oportunidades de empleo, las limitaciones que experimentarán las remuneraciones salariales y el repunte inflacionario, se conjugarán para empeorar las condiciones de vida de la población, afectando particularmente a los más jóvenes, a quienes les será más difícil conseguir empleo u obtener remuneraciones atractivas.
Si algo han enseñado las crisis que se han vivido en Venezuela durante las últimas tres décadas, es el repunte de la pobreza que las mismas generan, fenómeno que en las actuales circunstancias podría verse agravado por las consecuencias de la crisis internacional. No obstante, Venezuela no estará tan expuesta a esas vicisitudes foráneas, como otros países de la región, en los que los fondos de pensiones de sus trabajadores han sufrido cuantiosas pérdidas, las remesas familiares han mermado substancialmente, o se han producido severas fugas de capitales, que antes habían sido invertidos en sus economías por inversionistas internacionales, pero que ahora se escapan debido a la necesidad que éstos tienen de liquidar sus activos.
Sin embargo, la errada política de ataque al sector productivo privado que ha contribuido a reducir dramáticamente la inversión, y el afán de substituir al aparato productivo tradicional por otro que ha fracasado en todas las economías donde se ha intentado implantar, contribuirá a agravar el problema de la pobreza en Venezuela. Ese flagelo sólo se podrá vencer efectivamente con la creación de fuentes de trabajo permanente y bien remunerado, y de una efectiva política de formación integral del recurso humano, que a su vez forme parte de un plan de desarrollo integral y sustentable, en el que a todos los miembros de la sociedad les toque jugar un papel importante. Los programas sociales, también conocidos en nuestro medio como “las misiones”, si bien son importantes pues mitigan la desgracia que padecen los más desposeídos, no solventan el grave problema de la pobreza. Aun cuando esas iniciativas dadivosas y clientelares dan cierto respiro a quienes menos tienen, generando, de paso, dividendos políticos de importancia, están muy lejos de ser el camino a seguir para vencer la pobreza y darle verdaderas y bien fundamentadas posibilidades de superación social a los millones de compatriotas más desposeídos, que agobiados por las calamidades y privaciones que a diario padecen, tienden a ver erróneamente esas iniciativas como las tablas de salvación que hay que defender y preservar a toda costa.
Señores académicos, amigos todos
Tiempos difíciles vivirá Venezuela en el futuro inmediato. Ahora más que nunca se requerirá sensatez en la estructuración e implementación de las políticas públicas, dejando a un lado las confrontaciones y el señalamiento de culpables de los males que aquejan al país, para buscar la optimación del uso de los escasos recursos con que se contará, así como la participación activa de todos los miembros de la sociedad para manejarse exitosamente en esos tiempos de turbulencia. Igualmente, es necesario que todos comprendan las penurias y limitaciones que se tendrán que afrontar, pero también la necesidad de buscar los mecanismos para minimizar las consecuencias negativas que generan esos períodos de estrechez, y saber identificar y explotar las oportunidades que las crisis también ofrecen.
En esos momentos borrascosos, generadores de ansiedad y angustia, es cuando mayor necesidad existe de orientación y guía. Al igual que el navegante errante, acosado por la tormenta, busca ansiosamente el faro que lo guíe a puerto seguro, nuestros compatriotas hoy están a la zaga de información y orientación para entender qué les espera y por qué, y disponer de una guía sobre qué hacer para manejarse lo más efectivamente posible con el fin de minimizar los riesgos y maximizar las oportunidades.
Nuestra Academia está llamada a jugar un papel importante en ese proceso de guía, educación y orientación, no sólo al venezolano común, sino también a las organizaciones, gremios, agrupaciones y demás conglomerados sociales, así como al sector gubernamental que hoy gerencia los destinos del Estado y del país en su conjunto. Estamos llamados a transformarnos en un centro de pensamiento y análisis, abriendo nuestras puertas a todos los que puedan hacer aportes de importancia, pues del debate e intercambio de ideas que tengamos es de donde saldrán recomendaciones y orientaciones que le plantearemos al paÌs para la consecución del mayor bienestar posible de sus habitantes.
El panorama sombrío que tenemos ante nosotros nos puede llevar a la desesperanza y al pesimismo, pero también tenemos que tener presente que la adversidad pasa, debiendo ser ésta aprovechada para crear las condiciones de un futuro mejor. Vale aquí recordar las ideas del genial científico Albert Einstein quien sostenía:
“La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. (…) Hablar de crisis es promoverla y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar para superarla”.
Fuente: Globovision.com
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