Muchos de nuestros dirigentes pregonan a viva voz que una buena política económica debe procurar la distribución equitativa del ingreso, pero ¿no hace falta primero generar para luego distribuir?. Mayores ingresos están asociados al crecimiento económico y la forma en que se distribuye entre la población, condiciona el desarrollo del país. Las naciones necesitan generar cada vez un mayor nivel de ingreso para ayudar a la mejora del bienestar de su población. A diferencia de lo que dicen, estudios han demostrado que países con mayores niveles de ingreso son más propensos a ser felices. Entonces ¿Cómo que ser rico no es tan malo?. Sabemos que para que haya una cantidad mayor de dinero en circulación, debe haber una mayor cantidad de divisas en forma de reservas internacionales. Recordemos que un Banco Central, principalmente emite moneda doméstica cuando aumentan las reservas internacionales
Dado lo anterior, podemos decir que un país puede aumentar sus ingresos a través del comercio exterior. Comerciar con el resto del mundo requiere niveles óptimos de eficiencia, de productividad, lo que exige que continuamente haya innovaciones que mejoren la tecnología y por ende los procesos de producción. Cada día que pasa la tecnología se hace más compleja, siendo su característica principal el alto nivel de conocimiento humano que requiere su diseño y aplicación. Estamos en la era de la alta tecnología o como se denomina normalmente: la era del conocimiento.
Los países que han abordado la última ola de desarrollo, son aquellos que han apostado a la producción de productos con un alto valor agregado en conocimiento. Lo podemos ver en el convenio realizado por Costa Rica con Intel para la instalación en suelo Costarricense de una planta para la elaboración de procesadores o lo podemos ver en el caso de la India, país que se ha establecido como uno de los principales proveedores de software a nivel mundial.
Por lo tanto, comercializar en la era del conocimiento requiere elevar los niveles de inversión en educación y en muchos casos, como el de Venezuela, requiere toda una transformación del sistema educativo.
En primer lugar hay que dar mayor prioridad a las carreras técnicas ya que estas son las que pueden mejorar las tecnologías existentes y crear nuevas más eficientes. Hay que preguntarse que queremos: profesionales mejor preparados o más profesionales. Quiero recordar un planteamiento de Arturo Uslar Pietri, y es la de la formación de élites. El planteaba que era preferible tener a un grupo de profesionales, lo más capacitados intelectualmente, con excelente formación que puedan conducir a la población, a tener un gran número de profesionales mal preparados que no tienen idea de lo que pueden hacer. Graduar por graduar lo que crea es un grupo de personas insatisfechas y desempleadas.
Entonces, la entrada de esta nueva era ha traído nuevos retos en el campo de la educación, se necesitan formar individuos con habilidades diferentes a las que se requería durante la era industrial. Anteriormente era poca la información que necesitaba un trabajador en una fábrica, hoy día el flujo de información al que estamos expuestos es tan alto que exige nuevas habilidades para su procesamiento. Si queremos competir en este mundo globalizado donde los servicios se cotizan más que las materias primas hay que transformar y adaptar nuestro sistema educativo, y no es sólo inyectarle más dinero, es también aumentar su calidad. No podemos continuar basando nuestra educación en la formación de trabajadores a los cuales se les exige cumplir con excelencia las órdenes impartidas, es decir, simples empleados. Se necesita formar emprendedores, creadores, personas que asuman el reto de innovar, no importa cuántas veces se equivocan en el camino, que estén dispuestos a asumir el riesgo.
Necesitamos dotar a nuestros jóvenes de las herramientas necesarias que le permitan interactuar a escala global. El conocimiento humano ha pasado a ser el principal recurso productivo, así lo han entendido países como Chile, Irlanda y China. El periodista Andrés Oppenheimer en su libro “Cuentos Chinos” (DEBATE, 2005) refiere como Irlanda se propuso como política de Estado atraer a las principales empresas de computación del mundo, y para poder abastecerlas con mano de obra calificada, invirtieron grandes sumas de dinero para estimular las carreras de Ciencia y Tecnología. La propuesta era “más técnicos, menos sociólogos”, lo que conllevó a la creación de dos Universidades tecnológicas. En Venezuela tenemos la magnífica experiencia de la Universidad Simón Bolívar. Sería conveniente repetirla en algunos estados del país.
El camino hacia el desarrollo económico sostenido del país tiene que partir necesariamente de una política coherente y moderna en materia educativa.
Dado lo anterior, podemos decir que un país puede aumentar sus ingresos a través del comercio exterior. Comerciar con el resto del mundo requiere niveles óptimos de eficiencia, de productividad, lo que exige que continuamente haya innovaciones que mejoren la tecnología y por ende los procesos de producción. Cada día que pasa la tecnología se hace más compleja, siendo su característica principal el alto nivel de conocimiento humano que requiere su diseño y aplicación. Estamos en la era de la alta tecnología o como se denomina normalmente: la era del conocimiento.
Los países que han abordado la última ola de desarrollo, son aquellos que han apostado a la producción de productos con un alto valor agregado en conocimiento. Lo podemos ver en el convenio realizado por Costa Rica con Intel para la instalación en suelo Costarricense de una planta para la elaboración de procesadores o lo podemos ver en el caso de la India, país que se ha establecido como uno de los principales proveedores de software a nivel mundial.
Por lo tanto, comercializar en la era del conocimiento requiere elevar los niveles de inversión en educación y en muchos casos, como el de Venezuela, requiere toda una transformación del sistema educativo.
En primer lugar hay que dar mayor prioridad a las carreras técnicas ya que estas son las que pueden mejorar las tecnologías existentes y crear nuevas más eficientes. Hay que preguntarse que queremos: profesionales mejor preparados o más profesionales. Quiero recordar un planteamiento de Arturo Uslar Pietri, y es la de la formación de élites. El planteaba que era preferible tener a un grupo de profesionales, lo más capacitados intelectualmente, con excelente formación que puedan conducir a la población, a tener un gran número de profesionales mal preparados que no tienen idea de lo que pueden hacer. Graduar por graduar lo que crea es un grupo de personas insatisfechas y desempleadas.
Entonces, la entrada de esta nueva era ha traído nuevos retos en el campo de la educación, se necesitan formar individuos con habilidades diferentes a las que se requería durante la era industrial. Anteriormente era poca la información que necesitaba un trabajador en una fábrica, hoy día el flujo de información al que estamos expuestos es tan alto que exige nuevas habilidades para su procesamiento. Si queremos competir en este mundo globalizado donde los servicios se cotizan más que las materias primas hay que transformar y adaptar nuestro sistema educativo, y no es sólo inyectarle más dinero, es también aumentar su calidad. No podemos continuar basando nuestra educación en la formación de trabajadores a los cuales se les exige cumplir con excelencia las órdenes impartidas, es decir, simples empleados. Se necesita formar emprendedores, creadores, personas que asuman el reto de innovar, no importa cuántas veces se equivocan en el camino, que estén dispuestos a asumir el riesgo.
Necesitamos dotar a nuestros jóvenes de las herramientas necesarias que le permitan interactuar a escala global. El conocimiento humano ha pasado a ser el principal recurso productivo, así lo han entendido países como Chile, Irlanda y China. El periodista Andrés Oppenheimer en su libro “Cuentos Chinos” (DEBATE, 2005) refiere como Irlanda se propuso como política de Estado atraer a las principales empresas de computación del mundo, y para poder abastecerlas con mano de obra calificada, invirtieron grandes sumas de dinero para estimular las carreras de Ciencia y Tecnología. La propuesta era “más técnicos, menos sociólogos”, lo que conllevó a la creación de dos Universidades tecnológicas. En Venezuela tenemos la magnífica experiencia de la Universidad Simón Bolívar. Sería conveniente repetirla en algunos estados del país.
El camino hacia el desarrollo económico sostenido del país tiene que partir necesariamente de una política coherente y moderna en materia educativa.
_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
PROXIMA ACTIVIDAD
No hay comentarios:
Publicar un comentario