“Conviene anotar que un producto terminado
ofrece, a parir de un aumento, un mercado a otros productos por todo el importe
de su valor. En efecto, cuando el último productor ha terminado, su mayor deseo
consiste en venderlo a fin de que el valor de este producto no permanezca
ocioso entre sus manos; pero una vez que lo ha vendido, no tiene menos prisa
por deshacerse del dinero que ha obtenido de la venta para que el valor de este
dinero tampoco permanezca inactivo. Pero es imposible deshacerse del dinero
como no sea comprando algún bien. Queda, por tanto, claro que el solo hecho de
la creación de un producto abre, desde ese mismo momento, un mercado a otros
productos.” (Jean-Baptiste Say)
La cita
anterior (tomada del libro: Historia del pensamiento económico de Xavier
Scheifler Amézaga. Edit. Trillas), como es usual en materia económica, ha sido
poco leída, aunque, en su versión más corta, ha sido ampliamente citada: “Toda oferta crea su propia demanda”.
Conocida como la “Ley de Say”, en honor al economista francés: Jean Baptiste
Say, quien fue el primero en formularla.
Jean-Batiste
Say, nació en Lyon el 5 de enero
de 1767 y fallecido el 15 de noviembre de 1832. Es uno de los principales
exponentes de la Escuela Francesa Clásica de economistas. Admirador de la obra
de Adam Smith, e influenciado por otros economistas franceses como Turgot. En el
año 1804 publica su más importante obra: “Tratado
de Economía Política o Exposición sencilla del modo con que se forman, se
distribuyen y se consumen las riquezas.” (http://www.hacer.org/pdf/TEP1.pdf
y http://www.hacer.org/pdf/TEP2.pdf;).
Este libro, en alguna medida, se puede considerar el primer texto de
microeconomía acorde como se estudia en la actualidad.
Say
inicia su exposición conceptualizando la relación entre política, ciencia
económica y riqueza: ” Se ha confundido por mucho tiempo la Política
propiamente tal, la ciencia de la organización de las sociedades, con la
Economía política, que es la que enseña cómo se forman, se distribuyen y se
consumen las riquezas. Sin embargo, las riquezas son esencialmente
independientes de la organización política. En cualquiera forma de gobierno
puede prosperar un Estado, con tal que su administración sea buena. Hemos visto
naciones que se han enriquecido con Monarcas absolutos; y hemos visto otras que
se han arruinado con gobiernos populares. Si la libertad política es más
favorable a la creación y giro de las riquezas, lo es de un modo indirecto, así
como es mas favorable a la instrucción.”
Posteriormente
analiza en detalle el tema de la producción: “La producción no es creación de materia, sino creación de utilidad. No
se mide por la longitud, volumen o peso del producto, sino por la utilidad que
se le ha dado”.
Como se
puede leer en la cita anterior y sería la impresión que tenía David Ricardo,
Say introduce la idea de que el valor de las cosas estaba en función de la
utilidad, idea posteriormente desarrollada por la Escuela Austriaca de Economía. El mismo Say, en carta dirigida a Ricardo, y
que es citada por el Prof. Scheifler, explicó así su pensamiento: “Debo haberme explicado muy mal,
puesto que usted me acusa de haber dicho que la utilidad es la medida
del valor, mientras que yo creía haber sostenido siempre que el valor que los
hombres coinciden a una cosa es la medida de la utilidad que encuentran en ella
[…] Estoy también de acuerdo con usted en que el valor de un producto no puede
descender más bajo del costo de producción. Si los hombres juzgan que su
utilidad vale ese precio, lo producen. Si juzgan que su utilidad no vale ese precio,
no lo producen”.
Joseph
Schumpeter, en su conocida obra: “Historia del Análisis económico, nos señala
que el libro de Say fue bastante popular, sobre todo en los Estados Unidos, por
el lenguaje claro y sencillo con que estaba escrito, aunque algunos
economistas, por este detalle, no le dieron la importancia que se merece. Sin
embargo no se discute el lugar que tiene Jean-Baptiste Say dentro de los
principales teóricos del pensamiento económico liberal clásico.
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