Como se señaló en un artículo
anterior, la discusión entre izquierda y derecha ha muerto. En la actualidad se
discute sobre el grado de intervencionismo del Estado en la economía.
En
un extremo tenemos a los que piensan que el Estado debe participar activamente
y tomar el control de la economía. Los defensores de esta posición son los herederos
del socialismo y el comunismo, de la fenecida Unión Soviética, que en los
últimos años han encontrado su refugio en Venezuela apuntalados por la gran
cantidad de Petrodólares que han ingresado.
En
el medio tenemos un grupo muy variado de pensamientos que al llegar al poder
han enfocado su acción a la satisfacción de la necesidad de sus electores. El
pragmatismo como corriente filosófica se
basa en que sólo es verdadero aquello que funciona, enfocándose así en el mundo
real objetivo. De esta manera que políticos y mandatarios de raíz socialista y
obrera como Dilma Vana Roussef de Brasil; Verónica Michelle Bachelet Jeria de Chile
o “neopopulistas” como Alan Gabriel Ludwig García Pérez de Perú, han afrontado
con un relativo éxito sus tareas de gobierno siendo pragmáticos.
Un
caso muy especial es el de Ecuador, el cual es dirigido por el economista Rafael
Vicente Correa Delgado, graduado de la Universidad de Chicago, templo del libre
mercado. Correa utilizando un lenguaje socialista, ha obtenido fondos del
gobierno venezolano para financiar una economía en la cual funciona el libre
mercado. Por ejemplo, preparando este artículo nos encontramos con unas
interesantes declaraciones del político ecuatoriano y presidente del partido
socialista Germán Rodas Chaves: “…el gobierno del presidente Rafael Correa no es
socialista como se lo quiere hacer creer. Sino que se trata de un régimen
neodesarrollista que ha cubierto en
pequeñas partes los problemas del país y no ha realizado los cambios estructurales
que Ecuador necesita para que se lo considere Estado socialista” (El Universo
de Ecuador, marzo 2010).
En
el otro extremo tenemos a los liberales, furibundos defensores del libre
mercado y la propiedad privada. El liberalismo, como su nombre lo sugiere, está
basado en la libertad del individuo y de la limitación del papel del Estado.
Según
el periodista Carlos Alberto Montaner, en su libro: “No perdamos también el siglo XXI” (1997, Plaza & Janes
Editores) el nuevo pensamiento liberal
se basa en los siguientes puntos:
·
La Naciones más desarrolladas y
estables, se basan en un régimen democrático, donde las instituciones se organiza
en torno al Estado de Derecho.
·
El elemento fundamental para el
desarrollo de los pueblos es el capital humano.
·
La gran tarea de los gobiernos no
es indicarle a los ciudadanos, los trabajos que trabajos deben realizar, sino
obedecerlos, poniendo al servicio de la sociedad una administración de calidad,
profesional y honorable, que realice sus transacciones mediante operaciones y
concursos transparentes.
·
La primera responsabilidad
administrativa de los gobiernos no es producir bienes y servicios, sino
mantener estables los equilibrios macroeconómicos: una fiscalidad no deficitaria,
estricto control del gasto público y una moneda sana libremente convertible. De
la combinación de estos tres elementos
suele derivarse la ausencia de la inflación,
uno de los peores flagelos de cuantos afectan a los pueblos.
·
Corresponde al gobierno –y a la sociedad
ordenárselo- establecer reglas justas
para que la competencia funcione libremente dentro de las fronteras del país y
con relación al exterior. Es fundamental abrirse a las inversiones, al comercio y –en definitiva- a la competencia externa.
Donde no hay competencia los precios se distorsionan.
En
particular, nosotros nos identificamos con el pensamiento liberal, pero más
cercano al pragmatismo.. ya que nos parece poco realista la ausencia de gobierno
que proponen algunos extremistas. Caer en el anarquismo no es la solución.
Necesitamos un gobierno descentralizado donde el ciudadano pueda exigir la
verdadera satisfacción de las necesidades comunales. Con un gobierno central y
unas instituciones sólidas e independientes que garanticen la supervisión,
fiscalización y la defensa del más débil.
Para finalizar queremos suscribir lo expresado por Montaner: “… de lo que se trata no es decirles a la
personas lo que tienen que hacer, sino de liberar su capacidad creativa,
forjando las condiciones para que esta libertad rinda sus frutos de la manera más
adecuada posible. De lo que se trata es de invertir las relaciones de poder,
Para que sea el Estado el que viva de los ciudadanos y no los ciudadanos del Estado. De lo que se
trata es de que el gobierno no mande, sino que obedezca […] De lo que se trata
es de formar individuos libres, responsables y críticos, y de convertirlos en gestores
principales de sus propias vidas. Incluso, la esencia del pensamiento nuevo puede concretarse en
una sencilla oración: la clave de la prosperidad descansa en tres pilares: la
libertad para perseguir nuestros anhelos con ahínco, la responsabilidad para respetar
las normas, y la existencia de unas instituciones que permitan un balance entre
estos dos factores no siempre fácilmente
armonizables” (Ob.Cit.1997:26)