Para el ciudadano promedio, el mayor incentivo es su superación material y espiritual. Como señala el profesor español Francisco Pérez de Antón en su libro “La libre empresa” (Unión Editorial, 2004): “Nadie se siente obligado a cumplir con deberes que no compartan fruto alguno”. La posible recompensa que pueda traer el esfuerzo a realizar, es incentivo suficiente para que el trabajador emprenda la tarea.
El sistema capitalista encontró el mayor de los incentivos, la propiedad privada, el sentimiento de posesión, es el motor que ha permitido el progreso económico de muchos países. Continuando con Pérez de Antón: “…si la propiedad está protegida, si hay confianza para disponer de lo que es propio, el ánimo hacia el trabajo se alienta y estimula. Tal actitud crea a su vez una responsabilidad moral en las personas que hace de la propiedad privada un medio éticamente superior a la propiedad colectiva”. Ludwig Von Mises, en su magna obra “La acción humana” (Unión Editorial, 8va Ed.,2007), al respecto comenta: “…los propietarios del capital y de la tierra pueden disfrutar de su propiedad sólo si los emplean para satisfacer las necesidades de otros. Tiene que servir a los consumidores para poder obtener algún beneficio de su propiedad. La mera posesión de medios de producción obliga al sujeto a atender las apetencias del público. La propiedad beneficia exclusivamente a quien sabe destinarla a servir mejor a los consumidores. He ahí su función social.”
Es decir, la seguridad de la propiedad unida a la libertad de disponer de ella, ha permitido que muchas personas, bajo el incentivo de obtener beneficios, hayan formado empresas para la manufactura y distribución de los bienes y servicios que necesita la sociedad. Los que lograron el éxito es porque: detectaron una necesidad insatisfecha en la sociedad y lograron elaborar en la forma más eficiente el bien que pudo satisfacer esa necesidad. En el proceso han ganado todos: los consumidores viven mejor, el empresario obtuvo sus beneficios y el Estado percibió mayores ingresos por medio del pago de los impuestos.
¿Es malo, que el empresario tenga éxito y que este se traduzca en riqueza material? ¿es poco ético que pase esto mientras haya pobres, personas con hambre y en la indigencia? ¿la propiedad comunitaria impide que esto suceda?. La historia ha demostrado la falsedad de estos cuestionamientos. A lo largo del mundo vemos como miles de instituciones benéficas han podido combatir estos males gracias a la actitud benéfica de esos hombres exitosos, como ejemplo podemos citar el caso de Bill Gates, que ha donado una gran parte de su fortuna. La verdad es que muchos de los problemas económicos existentes es producto de gobiernos que han implementado políticas equivocadas, basadas en su gran mayoría en ideas de igualdad y propiedad comunitaria, que han hecho más daño que beneficio.
A nivel mundial ya no se habla de ideologías, han caído en desuso palabras como izquierda o derecha. Hay un consenso de que el desarrollo de un país se basa en los incentivos de la propiedad privada, en la educación de la fuerza de trabajo, el apoyo a las pequeñas y medianas empresas y en el respeto que debe tener el gobierno a unas reglas económicas básicas.
Finalmente, hay que recordar que ya estamos en una nueva era, “la del conocimiento”, y no hay nada más privado ya que esta depende de la capacidad individual para aprender