Hace algunos años, discutiendo con
unos amigos la situación inflacionaria de Argentina, un ex embajador nos relató
una experiencia personal. Al llegar a Buenos Aires, se dispuso a tomar un taxi,
el chofer después de convenir el precio del servicio le solicitó dos favores al
embajador, que le pagara la carrera por adelantado y que le permitiera camino
al hotel hacer una breve parada para comprar los comestibles del día (los
precios se modificaban constantemente).
Esta historia me indicó claramente la
tensión psicológica que estaban viviendo los argentinos. Nunca pensé que
estaríamos en una situación semejante. A continuación les presento tres breves
relatos, que al estilo del narrado por el embajador intenta presentar una cruda
realidad.
Son las nueve de la noche, María Antonia
se prepara para ir al supermercado, si, a esa hora se dispone a realizar sus
compras semanales (según el número terminal de su cédula de identidad, le toca
al día siguiente), pero no va sola, van con un grupo de amigas que han formado una
especie de club de compra a través de las redes sociales. La inseguridad le
obliga a ir en grupo, ni loca anda sola
Se viste con la ropa cómoda, ya que
va a pasar toda la noche, a las 10 pm
comienzan a hacer la lista, a las 12 reparten el número, de acuerdo a la lista,
para comprar al día siguiente. Hoy una del grupo la llamó para informarle que
había llegado un camión cargado de harina de maíz, aceite y mantequilla,
artículos que tienen tiempo desaparecidos de su mesa diaria, reza para poder
adquirirlos, pero no se hace muchas ilusiones, hace tiempo que compra lo que
llegue, no lo que quiere.
Últimamente tiene que ingeniárselas
para ver que le hace de comer a su familia, Sobre todo con que sustituir la
proteína animal (carne de res, pollo, huevos, etc.) Ha tenido que reducir el
tamaño de la ración y el número de comidas a dos, generalmente sacrificando la
cena.
Las compras las hace fundamentalmente a
diario a precios no regulados, lo que representa un golpe muy duro a su
bolsillo, lo precios se ajustan semanalmente o una frecuencia menor. La semana
pasada estuvo haciendo la cola durante 14 horas y solo pudo adquirir 2 botellas
pequeñas de aceite de maíz, espera que
hoy sea diferente.
Ana julia es una joven madre, ayer tuvo
una reunión en el colegio donde tiene a sus dos hijos estudiando, uno en preescolar
y el otro en 3er grado, Le informaron que la mensualidad sería ajustada para el
año escolar que viene, pasaría de Bs. 2.000 a Bs. 7.000, lo que representa un
150% de aumento, o Bs. 5.000 adicionales c/u, A esto se le suman los aumentos
generalizados en los productos que se venden en la cantina escolar, un desayuno
de dudosa calidad le cuesta Bs. 500.o más.
Está preocupada por que no sabe si
tendrá los recursos necesarios para adquirir el uniforme y útiles para el
futuro año escolar, un par de zapatos están rondando los Bs. 15.000, un mono
pantalón: Bs. 5000; un pantalón Bs. 6.000, camisa: Bs. 3.500, un morral puede
superar los 10.000, etc.
En síntesis, calcula que necesitará
más de Bs. 100.000 o 6,66 salarios básicos por cada uno, para los gastos
escolares, y no los tiene ¿Qué va a hacer? no lo sabe.
Francisco tiene un familiar que padece
una enfermedad neurológica degenerativa, incurable, pero que tiene un
tratamiento farmacológico que le permite cierta calidad de vida, pero no los
consigue, no hay. Ya ha visto cierto deterioro en su salud, el cual puede ser
mayor a medida que pase el tiempo sin consumir el medicamento. El médico no
puede ayudarlo, lo que les dice es que trate de buscar las medicinas, tiene a
toda la familia en eso, pero es que su
tío necesita la de la tensión, su primo la de la diabetes, su esposa la de la
migraña. Ya se conoce todas las farmacias de su ciudad, inclusive se ha vuelto
asiduo a las redes sociales donde han proliferado los grupos en busca de
medicinas. Solo le queda rezar para que sus familiares aguanten
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