Para
serles sincero estoy asustado. La crisis económica y social que estamos
viviendo está alcanzando niveles inaguantables.
La
confiscación masiva a nuestros ingresos
mediante la inflación, cada día nos empobrece más. Las personas que como yo
dependemos de un ingreso fijo, no tenemos forma de defendernos, somos simples espectadores
de la pérdida de nuestro poder
adquisitivo y por ende, la
pérdida de nuestra calidad de vida.
Aunque
el gobierno ha realizado ajustes al sueldo mínimo pretendiendo que este sirva
de referencia, estos se han visto insuficientes para compensar el aumento de
los precios, los cuales según información oficial del Banco Central de
Venezuela en el año 2015 se elevaron un 180,9%, variación muy superior a la
aplicada al sueldo mínimo. según los datos proporcionados por el Centro de
Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros
(Cendas), la canasta básica alimentaria
aumentó a 176 mil 975 bolívares en febrero de 2016, más de 15 salarios
básicos ( Bs.11.577). Lo que actualmente una familia de 5 personas gasta en una
cena ligera (pan, queso, jamón y jugo), hasta hace poco equivalía al gasto en
un mercado quincenal
Todo
el que puede, en especial los trabajadores independientes: electricistas,
mecánicos, plomeros, Etc., ajustan el valor de sus servicios (tiemblo cada vez
que algún artefacto se me daña en la casa) estimulando la inflación..
Por
mucho que haya leído sobre los fenómenos inflacionarios en Argentina, Brasil o
Bolivia, nunca pensé que iba a experimentar en carne propia las nefastas
consecuencias de tan devastador problema.
El
asunto se agrava si le sumamos el problema de la escasez. Mi esposa le dedica
hasta 8 horas diarias, cuando le toca, a hacer colas sin garantía de poder
adquirir algún producto. En esta situación han servido de mucha ayuda las
redes sociales, donde se intercambian información
sobre la existencia de productos en los supermercados de la localidad, Es
importante destacar la dificultad de conseguir proteínas, afectándose la
nutrición de la familia. Comemos lo que podemos no lo que queremos
Sufro
una enfermedad bastante incapacitante pero que responde satisfactoriamente a
tratamiento farmacológico, pero no se consiguen las pastillas, están
desaparecidas del mercado local, tengo a toda (literalmente) mi familia
buscándolas, y no se consiguen o cuando aparece alguna cantidad en alguna
farmacia desaparecen rápidamente de los estantes, y mientras tanto, la salud
decayendo.
Si
esta situación por si sola es traumática, hay que agregarle el problema de la
delincuencia, Yo vivo desde hace 20 años en una de las ciudades dormitorio que
forman la Gran Caracas. Cuando me mudé este era un oasis de tranquilidad pero
se ha vuelto el paraíso de la delincuencia, Todos los días se reportan entre 2
o 3 asaltos (número que aumenta si
adicionamos los que no se reportan) a peatones por motorizados armados
(generalmente están en pareja). A los tradicionales robos de celulares y
carteras, se le ha sumado el robo de comida. Da temor salir de la casa y ya uno tiene que andar en harapos
para no llamar la atención de los delincuentes. Se ha generado un nuevo trauma,
uno tiembla si escucha una moto detrás de uno.
Entre
la inflación y la delincuencia estoy con
los pelos de punta y sé que es un sentimiento generalizado, solo espero que
esta situación pase rápidamente. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo
aguante.