“La doctrina utilitaria afirma que la
felicidad es deseable, y lo único deseable como fin en sí, siendo todo lo demás
únicamente deseable como medio para este fin.”
(John
Stuart Mill, El utilitarismo)

Mill
expone en forma precisa, los aspectos fundamentales de la escuela clásica, si
embargo, basado en sus reocupaciones sociales, defiende una política de
intervención estatal en la economía, acercándose así en varios puntos a la
posición socialista, como bien lo señala el Prof. Xavier Scheifler. Esta
dualidad sirve como puente entre el pensamiento liberal y el socialista.
Cuando
este libro sale la luz pública, ya
comenzaban a manifestarse serias preocupaciones por la situación de la clase
obrera. “Un obrero de fábrica tiene menos
interés personal en su trabajo que el miembro de una asociación comunista,
puesto que no trabaja como este para una sociedad de la que el mismo es socio”.

Mill, inicia
la revisión del pensamiento liberal, es la insuficiencia de la mano invisible,
para el logro del desarrollo económico, para lo cual sugiere cierta
intervención estatal.
Sus obras
más importantes después de los principios de economía política son: “Un sistema
de lógica” (1843), obra que despierta grandes elogios por parte del Prof.
Joseph A. Schumpeter, y “Sobre la libertad” (1859), de la cual se extrae la
cita a continuación: “A fin de ilustrar
más completamente el error de negarse a oír a determinadas opiniones porque
nosotros, en nuestro propio juicio, las hayamos condenado, será conveniente que
fijemos la discusión en un caso concreto; y elijo, preferentemente, aquellos
casos que son menos favorables para mí, en los cuales el argumento contra la
libertad de opinión, tanto respecto a la verdad como a la utilidad, está
considerado como el más fuerte. Supongamos que las opiniones impugnadas son la
creencia en Dios y en la vida futura, o algunas de las doctrinas corrientes de
la moralidad. [...] Pero debe permitírseme observar que no es el sentirse
seguro de una doctrina (sea ella cual sea) lo que yo llamo una presunción de
infalibilidad. Ésta consiste en tratar de decidir la cuestión para los demás,
sin permitirles oír lo que pueda alegarse por la parte contraria. Y yo denuncio
y repruebo esta pretensión igualmente cuando se refiere a mis más solemnes
convicciones. Por positiva que pueda ser la persuasión de una persona no sólo
de la falsedad, sino de las consecuencias perniciosas de una opinión —y no sólo
de estas consecuencias perniciosas, sino para adoptar expresiones que
terminantemente condeno de su inmoralidad e impiedad—, si a consecuencia de
este juicio privado, aunque esté apoyado por el juicio público de su país o de
sus contemporáneos, prohíbe que esa opinión sea oída en su defensa, afirma
quien tal haga, su propia infalibilidad. Y esta presunción, lejos de ser menos
reprensible o peligrosa, por tratarse de una opinión que se llama inmoral e
impía, es más fatal en este caso que en cualquier otro.”
Como se
comentó, de esta forma finalizamos este breve recorrido por el pensamiento
económico liberal clásico. A partir del próximo artículo iniciaremos un viaje
similar por el
Socialismo
y sus grandes defensores: Saint Simón, Karl Marx, Federico Engels, Rosa de Luxemburgo
y otros más.