jueves, 26 de febrero de 2009

LA ECONOMIA, LOS INCENTIVOS, LA PROPIEDAD PRIVADA Y EL EMPRESARIO




La historia nos ha demostrado que todo sistema económico que quiera funcionar debe basarse en los incentivos. Este es el secreto que ha permitido la permanencia a través del tiempo del sistema capitalista. El fracaso del sistema socialista se explica en gran parte, por no tomarlos en cuenta.

Para el ciudadano promedio, el mayor incentivo es su superación material y espiritual. Como señala el profesor español Francisco Pérez de Antón en su libro “La libre empresa” (Unión Editorial, 2004): “Nadie se siente obligado a cumplir con deberes que no compartan fruto alguno”. La posible recompensa que pueda traer el esfuerzo a realizar, es incentivo suficiente para que el trabajador emprenda la tarea.

El sistema capitalista encontró el mayor de los incentivos, la propiedad privada, el sentimiento de posesión, es el motor que ha permitido el progreso económico de muchos países. Continuando con Pérez de Antón: “…si la propiedad está protegida, si hay confianza para disponer de lo que es propio, el ánimo hacia el trabajo se alienta y estimula. Tal actitud crea a su vez una responsabilidad moral en las personas que hace de la propiedad privada un medio éticamente superior a la propiedad colectiva”. Ludwig Von Mises, en su magna obra “La acción humana” (Unión Editorial, 8va Ed.,2007), al respecto comenta: “…los propietarios del capital y de la tierra pueden disfrutar de su propiedad sólo si los emplean para satisfacer las necesidades de otros. Tiene que servir a los consumidores para poder obtener algún beneficio de su propiedad. La mera posesión de medios de producción obliga al sujeto a atender las apetencias del público. La propiedad beneficia exclusivamente a quien sabe destinarla a servir mejor a los consumidores. He ahí su función social.”

Es decir, la seguridad de la propiedad unida a la libertad de disponer de ella, ha permitido que muchas personas, bajo el incentivo de obtener beneficios, hayan formado empresas para la manufactura y distribución de los bienes y servicios que necesita la sociedad. Los que lograron el éxito es porque: detectaron una necesidad insatisfecha en la sociedad y lograron elaborar en la forma más eficiente el bien que pudo satisfacer esa necesidad. En el proceso han ganado todos: los consumidores viven mejor, el empresario obtuvo sus beneficios y el Estado percibió mayores ingresos por medio del pago de los impuestos.

¿Es malo, que el empresario tenga éxito y que este se traduzca en riqueza material? ¿es poco ético que pase esto mientras haya pobres, personas con hambre y en la indigencia? ¿la propiedad comunitaria impide que esto suceda?. La historia ha demostrado la falsedad de estos cuestionamientos. A lo largo del mundo vemos como miles de instituciones benéficas han podido combatir estos males gracias a la actitud benéfica de esos hombres exitosos, como ejemplo podemos citar el caso de Bill Gates, que ha donado una gran parte de su fortuna. La verdad es que muchos de los problemas económicos existentes es producto de gobiernos que han implementado políticas equivocadas, basadas en su gran mayoría en ideas de igualdad y propiedad comunitaria, que han hecho más daño que beneficio.

A nivel mundial ya no se habla de ideologías, han caído en desuso palabras como izquierda o derecha. Hay un consenso de que el desarrollo de un país se basa en los incentivos de la propiedad privada, en la educación de la fuerza de trabajo, el apoyo a las pequeñas y medianas empresas y en el respeto que debe tener el gobierno a unas reglas económicas básicas.
Finalmente, hay que recordar que ya estamos en una nueva era, “la del conocimiento”, y no hay nada más privado ya que esta depende de la capacidad individual para aprender

domingo, 15 de febrero de 2009

¿DEBE EL ESTADO SER PRODUCTOR DE BIENES Y SERVICIOS?

La respuesta a esta pregunta no es absoluta sino relativa, todo depende de los  bienes y servicios sobre los cuales nos estamos refiriendo. La teoría económica establece que hay un tipo de bienes que sólo pueden ser producidos por el Estado, son los llamados “bienes públicos”, Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de economía en su libro “La Economía del sector público” (1986) señala que los bienes públicos son aquellos que poseen dos características básicas: en primer lugar son bienes en los cuales no es factible el racionamiento, son bienes que benefician a todos por igual. Un ejemplo clásico es el sistema de defensa de un país. Ante el ataque de un país enemigo, es imposible que se defienda a una parte de la población  y a otra no. Otro ejemplo, en una campaña sanitaria no se puede decir que se vacuna a unos  y a otros no, o al construir una carretera no se puede decir que  unos carros pueden pasar y otros similares no.

La otra característica, que en cierta forma se deriva de la primera, no solamente  es imposible el racionamiento sino que no es deseable, lo que deje de consumir un individuo, no se traducirá en un aumento en el consumo de los demás. Porque usted deje de ir por una carretera los demás conductores no la utilizarán un número mayor de veces.

Si estamos en una economía de mercado en el cual el intercambio de los bienes y servicios se basa en los precios, ¿Cuánto estaría dispuesto a pagar una persona por algo que sabe que no hay forma que deje de disfrutar sus beneficios? ¿Cuánto pagaría usted para que el país adquiera un misil  o por un submarino? ¿Cuánto pagaría por la construcción de la carretera si sabe que no hay forma de que le impidan utilizarla?, por supuesto, nada, pero resulta que se necesita el misil, para la seguridad y se necesita la carretera para unir a dos  pueblos. ¿Qué empresa del sector privado estaría dispuesto a producir un bien por el cual nadie está dispuesto a pagar?.

Toda empresa por principio debe obtener beneficios ya que está en juego su supervivencia, en cambio el Estado no quiebra, su interés es social, es procurar el mayor bienestar a la población, motivo por el cual puede trabajar con tarifas reducidas aunque estas generen pérdidas, por lo tanto el Estado es el único que puede asumir la producción de los bienes públicos.

La consecuencia de que el interés del Estado sea social y no económico, es la pérdida de la calidad del producto. En Venezuela hemos sido testigo de este fenómeno, hemos observado la poca calidad de los servicios públicos, lo cual resulta razonable, ¿Cómo se puede ser eficiente, si no se puede fijar tarifas competitivas? o ¿Cómo racionalizar los gastos si la nómina depende de factores políticos y no productivos?. Muchos citarán el caso de PDVSA para refutar lo dicho anteriormente, pero es que los técnicos de la petrolera efectivamente actuaron con mentalidad empresarial privada y  no la de una empresa pública, generando un conflicto de intereses entre los gerentes petroleros y la dirigencia política actual.

¿Qué pasa con el resto de los bienes, en los cuales si se puede fijar un precio que refleje conjuntamente las preferencias del consumidor y genere el beneficio necesario al productor?. Estos bienes necesariamente tienen que ser producidos por el sector privado, ya que estos por principio deberían de producir un producto más eficiente, con lo cual gana el consumidor y se usan más racionalmente los recursos productivos.

Lo anterior no quiere decir que el sector privado sea mejor productor que el público, cada día quiebran una buena cantidad de empresas, sino que es una cuestión de incentivos, las empresas del sector privado tienen mayores incentivos para producir mejores productos. Que mejor incentivo que su supervivencia.

Finalmente, si el Estado deja que la producción de bienes y servicios este a cargo del sector privado, puede liberar recursos que pueden ser destinados a la producción de los bienes públicos, aunque no es garantía, pero se aumentaría la probabilidades de tener una mejor policía, mejores vías de comunicación, un mejor sistema de salud, etc. Como dice el refranero popular “zapatero a tus zapatos”.

miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA MONEDA COMUN




Definitivamente hay personas que no toman en serio los fundamentos de la teoría económica, incluso creen que es un asunto de moda. Esto es posible porque normalmente los que toman las decisiones de política económica, por su situación privilegiada, no sufren las consecuencias de sus decisiones mal tomadas. Este comentario es motivado por lo que escuche en días pasados de boca de dos presidentes Latinoamericanos. Ambos anunciaban la pronta puesta en marcha de una moneda común.

Primeramente fue el trueque, luego las monedas comunales y ahora la moneda común. Los economistas que se califican de monetaristas, deben sentir un dolor de estómago profundo. Dirán ellos, ¿es que no se han dado cuenta el tiempo que tardaron los países europeos, en implementar el Euro?. ¿Será que ignoran lo que significa una moneda común?.

En primer lugar hay que indicar que tener una moneda común es perder la soberanía monetaria, ya que obligatoriamente se debe crear una institución supranacional (por encima de la nación), como sería el caso de un Banco Central Andino o Suramericano o Latinoamericano, en donde los países son solamente un socio y las decisiones de política económica se deben tomar en consenso entre los representantes de los países miembros.

En segundo lugar, las naciones, y esto es lo más complicado, deben poseer economías similares, es decir, una productividad de los factores similar, un desempeño fiscal parecido y sobre todo un comportamiento igual de los precios.

Supongamos el caso de dos países A y B, el país A ha realizados grandes esfuerzos para mejorar su economía. Realizó grandes inversiones en mejorar la tecnología, y sobre todo invirtió considerablemente en la educación técnica, con lo cual ha aumentado el número de mecánicos especializados, ingenieros, etc. mejorando la productividad de sus factores productivos. Igualmente A, tomó decisiones muy fuertes en materia fiscal, a fin de lograr un equilibrio presupuestario, lo que ha fortalecido a sus instituciones, al sector privado y sobre todo a su moneda al lograr que la variación de los precios este por debajo de, supongamos, un 3%.

En cambio el país B es de una opinión distinta en materia económica, donde sus dirigentes se han dedicado a fortalecer el papel del estado, aumentando los niveles de gasto público, incurriendo en sucesivos déficits. Enfrentándose constantemente al sector privado, limitando cada día más su radio de acción a través de regulaciones y competencia directa en los mercados. Invirtiendo en educación pero no con la finalidad de aumentar la productividad de la industria, sino para mejorar la calidad de la opinión pública auspiciando que se gradúen economistas sociales, periodistas sociales, médicos sociales, etc. Todas estas medidas han conducido que el país B tenga una de las tasas más elevadas de inflación de la región.

Ahora supongamos que la moneda que tiene en sus manos puede comprar tanto en el país A como en el B, sin tener que tomar en cuenta ese tan odioso llamado tipo de cambio. Ella es aceptada por igual en los dos países. Le pregunto ¿donde comprará usted?, le apuesto doble a nada (creo que así se dice) a que usted irá al país A a realizar sus compras al igual que muchos.

Esta situación generaría una bonanza en el país A y una fuerte contracción en B. Crecería el número de empresas en A y disminuiría en B, la población de A tendrá mayores oportunidades de trabajo, y los de B menos. Claro está, el gobierno de B le echará la culpa a los empresarios de B. Todo el mundo querrá irse al país A a vivir y trabajar.

La moraleja de todo lo anterior es que antes de pensar en una moneda común hay que tomar las medidas necesarias para fortalecer la economía y llevarlas a niveles similares a los que tiene los países con los cuales se quiere unificar. Hay una expresión utilizada en gerencia que viene como anillo al dedo, “step by step”, la integración económica hay que realizarla “paso por paso”.

martes, 3 de febrero de 2009

CUANDO LA INFLACION ANDA SOBRE RUEDAS

Como técnico siempre me ha costado explicar al ciudadano común los anuncios oficiales sobre los resultados mensuales de la variación de los precios (inflación). Uno les explica que la medición se basa en el estudio mensual de una canasta de bienes, elegidos por que se les considera representativo del consumo de los venezolanos. Uno les explica que empleados del Banco Central de Venezuela visitan constantemente los mercados y demás comercios para verificar en el sitio la evolución de los precios.

Seguidamente esa  persona, que nunca ha estudiado economía y quizás ninguna carrera universitaria, desarma nuestra disertación preguntándonos con una cara de “ya tengo a este creído en mi mano, ya verá lo que es bueno”, como es que la inflación fue de 30,9 si el precio del producto X subió 50%, el del producto Y, 80% y pare usted de contar.

A uno no le queda más remedio de poner cara de “usted tiene razón, que le vamos a hacer” y explicarle que efectivamente el Índice Nacional de Precios al Consumidor es sólo una referencia, y que cada uno tiene una canasta muy particular, por lo que es muy válida la impresión de que los precios es mayor que la anunciada.

Todo lo anterior se debe que anoche tomé un taxi para llegar a mi casa, fui el tercero en pararlo ya que las dos primeras personas pegaron el grito al cielo cuando les informaron el valor de la carrera (como le decimos en Venezuela) y que conste que estas personas fueron muy respetuosas, porque si de algo me he dado cuenta (y ningún libro de economía lo menciona) que una de las consecuencias de la inflación es la de hacer florecer lo peor del lenguaje y el gesto corporal. Continuando nuestro asunto, yo también quede en shock cuando me informaron la tarifa, la cual no me quedó más remedio que pagar dada una combinación de que ya era muy tarde, estaba cansado, y gracias a Dios, era quincena.

El caso es que los taxistas, por lo menos en donde yo vivo, ajustaron los precios de la carrera el último año en aproximadamente 100%, muy lejos del 31 anunciado. Cuando se lo comente al chofer, me dio el discurso habitual, que si aumentaron los cauchos, que aumentaron los repuestos que ya no se puede ir al mercado y… - Le dije que diera las gracias, ya que por lo menos el podía ajustar los precios, pero que esto era imposible para los que viven de un quince y último. El caso de todo este cuento es que definitivamente, los índices de precios, ya  no son un reflejo válido del costo de la vida, se han quedado corto. Con el agravante de que muchos ingresos: bonos de alimentación, ajustes de sueldo, etc., son calculados en base al comportamiento del índice de precios del período anterior. Por lo tanto siempre quedamos rezagados en esta carrera en contra de la inflación, ella va sobre ruedas y nosotros caminamos Es importante que se revisen los estadísticos y metodologías para el cálculo de la variación de los precios. El deterioro del poder adquisitivo del venezolano es más rápido de lo que indican las cifras. Para muestra un botón: cuantos de nuestros padres podrían comprar la casa o apartamento en que viven? Claro, lo ideal sería que simplemente no existiera la inflación.